Hace dos años, una joven de 18 años —a quien llamaremos Emma— descargó TikTok por primera vez. En un inicio, la plataforma le mostraba videos acordes con sus intereses, pero pronto su experiencia cambió. Un videoclip con una canción sobre la infelicidad despertó su curiosidad, y tras pasar un rato viéndolo, el algoritmo comenzó a ofrecerle contenido similar. “Empecé a ver cada vez más videos de ese tipo. Fue un ciclo del que no pude salir. Todo se volvió peor”, relata.
En cuestión de días, su cuenta se llenó de publicaciones con mensajes negativos: clips que banalizaban la muerte, promovían la autolesión o incitaban a comportamientos peligrosos. La salud mental de Emma se deterioró rápidamente. A pesar de recibir atención psicológica, su estado empeoró y tuvo que ser hospitalizada en seis ocasiones.
Un patrón que se repite
El testimonio de Emma refleja lo que Amnistía Internacional denuncia en un reciente informe. La organización creó tres perfiles falsos de adolescentes de 13 años en TikTok y descubrió que los contenidos nocivos aparecían en cuestión de minutos, incluso sin interacción alguna.
“Cuando abrimos las cuentas no dimos ‘me gusta’, no compartimos ni comentamos nada, solo vimos un par de videos sobre salud mental”, explicó Katia Roux, responsable de incidencia política de Amnistía Internacional Francia. “Aun así, los algoritmos comenzaron a inundar los perfiles con publicaciones sobre autolesión y suicidio. En apenas 45 minutos, dos de las tres cuentas ya mostraban ese tipo de material”.
Falta de control y modelo cuestionado
Según la ONG, TikTok no ha implementado medidas efectivas de moderación y su modelo económico prioriza el tiempo de permanencia del usuario sobre la seguridad de los adolescentes.
Esa percepción es compartida por Stéphanie, una madre que perdió a su hija hace cinco años tras exponerse a contenidos similares en la red social. “Podrían haberle mostrado videos positivos, deportes o algo que la animara, pero eso no genera retención. TikTok quiere que los jóvenes pasen más tiempo conectados, sin importar las consecuencias”, lamenta.
Una batalla legal en curso
Stéphanie, junto con otras diez familias, forma parte de un colectivo que ha interpuesto una demanda contra TikTok en la justicia francesa por “incitación al suicidio”. El caso sigue en fase de investigación.
Mientras tanto, Emma intenta recuperarse de las secuelas emocionales. “Algunos de esos videos se quedaron grabados en mi mente. No se borran fácilmente”, confiesa. Hoy dedica parte de su tiempo a denunciar los contenidos tóxicos que circulan en las redes, con la esperanza de evitar que otros jóvenes pasen por lo mismo.

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