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Betabloqueantes tras un infarto: el estudio REBOOT revela riesgos específicos para las mujeres

 


La medicina cardiovascular ha avanzado de forma notable en las últimas décadas, pero aún queda un desafío pendiente: comprender cómo influyen las diferencias biológicas y clínicas entre hombres y mujeres en la eficacia y seguridad de los tratamientos. En este contexto, un subestudio del ensayo internacional REBOOT, coordinado por el Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC) y publicado en el European Heart Journal, ha puesto de manifiesto un hallazgo de gran relevancia: las mujeres que reciben betabloqueantes tras un infarto de miocardio, a pesar de no presentar una disfunción cardíaca grave, pueden enfrentar un mayor riesgo de complicaciones que aquellas que no son tratadas con este fármaco.

Un ensayo pionero en su magnitud y rigurosidad

El ensayo REBOOT es el mayor estudio contemporáneo que analiza los efectos de los betabloqueantes en pacientes que han sobrevivido a un infarto de miocardio con función cardíaca preservada (fracción de eyección superior al 40 %). En total, participaron 8.505 pacientes reclutados en 109 hospitales de España e Italia, con un seguimiento medio de casi cuatro años.

Los pacientes fueron asignados aleatoriamente a dos grupos: uno recibió betabloqueantes, un tratamiento habitual tras un infarto, y el otro no, manteniendo en ambos casos la atención estándar recomendada en las guías clínicas.

Diferencias significativas entre hombres y mujeres

El análisis reveló un contraste notable en la respuesta al tratamiento según el sexo. Mientras que en los hombres los betabloqueantes no produjeron beneficios ni riesgos adicionales, en las mujeres se observó un aumento considerable de eventos adversos.

En concreto, las mujeres tratadas con betabloqueantes presentaron mayor riesgo de muerte, reinfarto u hospitalización por insuficiencia cardíaca en comparación con aquellas que no recibieron este medicamento. El riesgo absoluto de mortalidad fue un 2,7 % más alto en el grupo tratado.

Este mayor riesgo se concentró especialmente en mujeres cuya función cardíaca era completamente normal tras el infarto (fracción de eyección ≥ 50 %). En cambio, en aquellas con un deterioro leve de la función cardíaca, el fármaco no incrementó los resultados negativos.

Un perfil clínico más desfavorable en las mujeres

El subestudio también arrojó luz sobre las diferencias en el estado de salud de hombres y mujeres tras un infarto. Las mujeres incluidas eran, en promedio, de mayor edad y tenían más comorbilidades, como hipertensión, diabetes y dislipidemia. Además, presentaban con más frecuencia un tipo de infarto sin obstrucción coronaria (6 % frente al 2 % en hombres).

Otro hallazgo preocupante fue que, a pesar de que las tasas de prevención secundaria fueron altas en general, las mujeres recibieron con menos frecuencia ciertos tratamientos esenciales, como estatinas, antiagregantes plaquetarios, inhibidores de la ECA, antagonistas de los receptores de angiotensina o programas de rehabilitación cardíaca. Esto se tradujo en un pronóstico globalmente peor para ellas: la mortalidad a lo largo del estudio fue del 4,3 % en mujeres frente al 3,6 % en hombres.

Repensar el enfoque terapéutico: hacia una medicina personalizada

Para los investigadores, los resultados son claros: el tratamiento estándar basado en un modelo único para todos los pacientes no es suficiente. El Dr. Borja Ibáñez, director científico del CNIC y cardiólogo del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz, señaló que “los datos muestran que las mujeres no solo tienen un perfil cardiovascular más complejo, sino que además responden de forma distinta a un tratamiento tan común como los betabloqueantes”.

El Dr. Xavier Rosselló, también investigador del CNIC y cardiólogo en el Hospital Universitario Son Espases, añadió que estos hallazgos evidencian la necesidad de incorporar las diferencias de sexo en la prescripción médica: lo que puede ser neutral o beneficioso en hombres, puede resultar perjudicial en mujeres.

Por su parte, el Dr. Valentín Fuster, director general del CNIC y presidente del Mount Sinai Fuster Heart Hospital, subrayó que este estudio refuerza la importancia de la perspectiva de género en la investigación médica: “Llevamos tiempo observando que las enfermedades cardiovasculares no se presentan de la misma manera en hombres y mujeres. Ahora también sabemos que la respuesta a los fármacos tampoco es igual, y esto debe impulsar un cambio en las guías clínicas”.

Implicaciones prácticas

El ensayo REBOOT abre un debate trascendental en la cardiología actual. Sus conclusiones sugieren que recetar betabloqueantes a mujeres con infarto y función cardíaca normal podría ser más riesgoso que beneficioso, por lo que los médicos deberán evaluar de forma más individualizada cada caso. Ajustes en la dosis, seguimiento más cercano o incluso alternativas terapéuticas podrían ser necesarias para garantizar la seguridad y mejorar el pronóstico.

Conclusión

El estudio REBOOT marca un punto de inflexión en la forma en que entendemos el tratamiento postinfarto, especialmente en mujeres. Su mensaje es claro: la medicina cardiovascular del futuro debe avanzar hacia la personalización del tratamiento, considerando no solo las características clínicas, sino también las diferencias de sexo que condicionan tanto la evolución de la enfermedad como la respuesta a los medicamentos.

En un campo donde los protocolos tradicionales han guiado la práctica clínica durante décadas, los resultados de este ensayo representan una llamada urgente a replantear las estrategias de prevención y tratamiento. Porque en salud cardiovascular, la equidad de género no significa aplicar lo mismo a todos, sino ofrecer lo más adecuado para cada paciente.

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