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La ansiedad: el miedo anticipado que domina la mente moderna

 

La ansiedad es, según los expertos, una emoción que refleja el miedo más profundo del cerebro humano: el miedo anticipatorio. En palabras de Elena Gallardo Morillo, profesora del Máster en Neuropsicología de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), “la ansiedad, para que le pongamos nombre y apellido, es un tipo de miedo. Y el miedo es el principal caballo de batalla de nuestro cerebro, una de las emociones más temidas. Es, más concretamente, un miedo anticipatorio a posibles situaciones que imaginamos que se van a dar, pero que puede que nunca sucedan”.

Por su parte, el psicólogo y psicoterapeuta Sergio García Soriano define la ansiedad como “un estado de tensión que afecta en el día a día”. Según explica, “cuando una persona sufre ansiedad, su mente se aleja de la realidad y se mantiene en un estado de sobreesfuerzo constante, percibiendo amenazas que en realidad no existen”.

Ambos especialistas coinciden en que la ansiedad se manifiesta como una sobreactivación del sistema de alerta del cerebro, una respuesta adaptativa que se vuelve disfuncional cuando se prolonga o intensifica.

Causas diferentes, consecuencias comunes

Miedo, sobreesfuerzo, inquietud o hipervigilancia son palabras que giran en torno al fenómeno de la ansiedad. La doctora Gallardo describe este estado como una vigilancia mental constante, en la que la persona se pasa el día “analizando continuamente, proyectando escenarios que quizá nunca se materialicen”.

Este desgaste mental tiene un alto costo. Según la experta, las personas con ansiedad presentan dos tipos de manifestaciones:

  1. Cognitivas y emocionales, como pensamientos intrusivos, exceso de ruido mental, miedo exacerbado y altos niveles de estrés.

  2. Físicas, como fatiga persistente, falta de atención, pérdida de memoria y la conocida “niebla mental”.

Cuando la ansiedad se prolonga en el tiempo, las consecuencias se vuelven más notorias. Gallardo advierte que la ansiedad sostenida provoca cambios físicos medibles, entre ellos taquicardia, tensión muscular, contracturas y sudoración excesiva.

La ansiedad adaptativa y la patológica

No toda ansiedad es negativa. Existen formas adaptativas que tienen un papel crucial en la supervivencia. Como señala García, “hay elementos realmente amenazantes que el cerebro necesita registrar para planificar y reaccionar ante el peligro”. Este tipo de ansiedad es útil, limitada y controlable.

El problema surge cuando ese sistema de alarma no se apaga. Es entonces cuando se habla de un trastorno de ansiedad, caracterizado por síntomas persistentes, pensamientos catastróficos y una sensación constante de amenaza.

La ansiedad, en palabras del psicólogo, “es tan mental que nos hace vivir desde la tensión, modificando la forma en la que percibimos la realidad”. Esta tensión se traduce en síntomas somáticos: palpitaciones, temblores, cefaleas, sequedad bucal, insomnio o fatiga.

La importancia de pedir ayuda profesional

Ambos especialistas coinciden en que abordar la ansiedad con ayuda profesional es fundamental. No se trata de algo que “va y viene”, sino de una alteración emocional que requiere comprensión y tratamiento.

Gallardo recomienda empezar por reconocer el problema: “Identificado el ‘esto me está pasando’, es cuando se pueden tomar medidas”. Entre ellas, destaca el cuidado de la atención, un entrenamiento mental que ayuda a romper el ciclo del pensamiento rumiativo.

“Una de las cosas que siempre planteo —explica— es cultivar la atención. Dedicar 5, 10 o 15 minutos diarios a meditar, contemplar o simplemente desconectar del ruido mental. Si no lo hacemos, el cerebro sigue rumiando pensamientos, generando excitabilidad y manteniendo el sistema en alerta constante. Necesitamos poner el cerebro a cero, restablecer sus valores normales”.

García, por su parte, subraya la relevancia de la psicoterapia: “El análisis compartido permite entender los factores que generan malestar y trazar estrategias personalizadas para cambiarlos”.

Inteligencia Artificial: ¿una falsa ayuda emocional?

En tiempos donde la tecnología ocupa cada vez más espacio, muchos buscan apoyo en aplicaciones de inteligencia artificial para gestionar sus emociones. Sin embargo, los especialistas advierten que esta práctica puede ser contraproducente.

Sergio García lo expresa con claridad: “No es una conversación entre dos humanos. Es un sistema de lenguaje cerrado que simula una conversación, pero no es un vínculo real. Puede explicarte qué es la ansiedad, pero si le cuentas tus problemas, puede llevarte a error”.

En la misma línea, Gallardo es tajante: “Aunque los algoritmos se basen en datos y estudios, nunca podrán sustituir la experiencia ni la empatía de un profesional. Usar la IA como terapia añade más ruido a la mente, y no contribuye a resolver el problema de fondo”.

Vivir acelerados: la trampa de los estilos de vida actuales

Uno de los factores más determinantes en el aumento de los casos de ansiedad es el ritmo de vida moderno. Gallardo advierte que muchas personas han normalizado vivir con ansiedad: “Entrar en un estado de ansiedad constante porque has normalizado ese ritmo en el trabajo o en la familia es peligroso. Decirse ‘soy así y me siento así’ no es saludable”.

Por su parte, García señala que existe una confusión generalizada en la sociedad: “Muchas personas dicen ‘tengo un poco de ansiedad’ y no hacen nada al respecto. No la consideran un problema serio, y por tanto, no buscan soluciones”.

Ambos especialistas coinciden en que la mayor visibilidad mediática de la salud mental ha contribuido a derribar tabúes, pero también ha provocado cierta banalización del término “ansiedad”, que a veces se usa para describir el estrés cotidiano.

Más conciencia, menos ruido mental

La profesora Gallardo concluye con una reflexión profunda: “Vivimos en unos tiempos en los que los actuales estilos de vida nos llevan a vivir acelerados y a perder lo más importante para nuestro cerebro: la atención”.

Por ello, insiste en la necesidad de cultivar el autoconocimiento y fortalecer las herramientas personales: el ejercicio físico, la meditación, la respiración consciente y los hábitos saludables son pilares que ayudan a mantener el equilibrio emocional.

La ansiedad, en definitiva, no es un signo de debilidad, sino una señal de que el cerebro necesita calma y cuidado. Reconocerla, comprenderla y atenderla con ayuda profesional es el primer paso hacia una vida más consciente, menos reactiva y más en paz con uno mismo.

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